San Miguel es un perfecto ejemplo de que agricultura y conservación natural pueden convivir aprovechando sinergias entre diferentes actores interesados en mantener y preservar los valores ambientales de un territorio.
La familia Raventós, que cultiva la finca de San Miguel, viene de una larga estirpe de agricultores; llevan años trabajando extensas superficies cultivadas con varios tipos de cereal.
Durante años la naturaleza y la agricultura han ido de la mano y han favorecido la consolidación de este tesoro para la avifauna. Un buen día, allá por 2005, reciben la inesperada visita del director general de Medio Ambiente en Aragón.